El Medallo Guttural Fest 2025: una noche donde la ciudad retumbó como nunca antes
Por Román González
Por Román González
Lo que pasó ayer en el primer día del Medallo Guttural Fest es algo que no se había visto nunca en el templo del rock de Medellín. Desde la tarde hasta la medianoche, la convocatoria superó todas las expectativas, con una comunión vibrante de amistad, conexión y furia sonora. Fue la celebración de una escena que se niega a morir y que, más que nunca, late con la fuerza de una nueva generación.
El lugar comenzó a retumbar a las 3 de la tarde con la descarga inicial de Baal, que puso a prueba los tímpanos y marcó el pulso para lo que vendría. Luego llegó el turno de Bless the Silence y Porno Fart, mostrando el contraste entre la agresión directa y la experimentación sonora, mientras el sol aún bañaba la tarima.
A las 5 en punto, A Vísperas de mi Muerte se adueñó del escenario con su propuesta visceral, sumergiendo al público en un viaje de riffs densos y atmósferas cargadas de fatalidad. La locura solo fue en aumento con Cruciatus, cuyo discurso de "eco nihilismo" y actitud sin concesiones resonó con fuerza.
La noche continuó con Forense y T-Machines, que ofrecieron sets que cruzaron el death metal más crudo con toques industriales. Pero el golpe final de la jornada lo puso Cuerpo Diplomático del Noise, quienes desataron un acto de catarsis ruidista que borró cualquier frontera entre músico y espectador. El cierre con Carnagia fue un acto ceremonial de violencia sonora: un estallido gutural que selló la noche con un último grito de guerra.
Un público joven y furioso
Lo más sorprendente fue la nueva generación que llegó para reclamar el trono: chicos y chicas de entre 15 y 18 años, con la energía al rojo vivo, listos para el pogo, los disfraces llenos de demencia y la catarsis colectiva. Hubo stage diving, brincos sin control, y un desmadre que se extendió por cada rincón del lugar. La tarima se convirtió en el punto de encuentro perfecto, y el pogo se metió hasta en los baños.
Cada banda aportó su propio universo, pero todas compartieron un mismo fuego: la urgencia de gritar, de existir y de rendirle culto a la distorsión. El aire estaba cargado de sudor, cerveza y parches, pero sobre todo de esa hermandad metálica que hace del metal algo más que música: un acto de fe, un refugio para los inconformes.
Un circo alucinante nunca antes visto
El festival no solo fue música extrema. Los asistentes vivieron lo que en muchos grandes festivales del mundo apenas se atreven a soñar: un verdadero circo alucinante que incluyó la participación del mago Fernandini y el payaso Mecato. Su presencia creó un ambiente surrealista, un contraste inesperado y poderoso en el corazón del metal extremo. Mientras las bandas desataban la furia, ellos convertían el lugar en un carnaval de locura y humor negro, generando un espectáculo que Medellín no había presenciado jamás en un festival de estas dimensiones.
Un balance positivo para un festival que se hace leyenda
El buen comportamiento de los asistentes fue la clave de la noche: respeto mutuo, camaradería y un ambiente de comunidad que demuestra que el metal es mucho más que ruido. Además, la organización superó todas las expectativas: zona de comidas y bebidas bien equipada, un área de merchandising con bandas de todo el país, y una producción impecable que cuidó cada detalle, desde la puntualidad hasta el sonido, que reventó los tímpanos y dejó a todos con la adrenalina a flor de piel.
La nueva generación extrema se pronunció ayer con fuerza, dejando claro que esto se puede salvar. Medellín sigue siendo un epicentro de la brutalidad sonora y de la unión que solo el metal puede forjar. La organización entregó más de lo prometido, así que hoy, en su segundo día, el festival es simplemente imperdible.